Andrea Ippolito nació en la localidad de Torre del Greco (próxima a Nápoles) el 3 de enero de 1924. Hijo de un comerciante de bicicletas y ciclomotores, desde muy temprana edad el inquieto Andrea se interesó en la mecánica y la velocidad.
Sin embargo, en 1940, cuando Italia se involucra directamente en la II Guerra Mundial como aliado de Alemania y Japón, con apenas 16 años, el adolescente Ippolito se alista en la Real Marina Italiana. Sobrevive al hundimiento de dos destructores, es capturado por las fuerzas nazis y transcurre casi dos años en un campo de prisioneros en Alemania en condiciones inhumanas.
La paz llega a Europa y el mundo a mediados de 1945. De vuelta a casa en septiembre, Andrea, de 21 años, finalmente podrá volver a retomar sus sueños y disfrutar la adrenalina de su verdadera pasión: la velocidad.
Empieza a competir en las carreras regionales de motociclismo y en una de esas pruebas, sufre un accidente en el que pierde parte de dos dedos de la mano izquierda, percance que lejos de desanimarlo, lo incentivan a continuar con su determinación de alcanzar el suceso.
A mediados de 1953 toma la salida en la legendaria Milano-Taranto, una maratón de velocidad de 1300 kilómetros en la que participan más de 350 pilotos. Al manillar de una Bianchi 125cc completa el recorrido con un tiempo de poco más de 18 horas y se ubica en la casilla 39 en su división.
Próximo a cumplir 30 años, Andrea, casado la joven Maria y con su hijo Vito de un año, entiende que las perspectivas económicas no son las mejores en Italia. Nuevamente sale a la mar – esta vez como pasajero -, cruza el Atlántico y llega al puerto de La Guaira, en Venezuela.
Es la segunda semana de diciembre de 1953. Ippolito, arriba solo y cuenta con poco equipaje: para él era prioritario estar acompañado de una completa – y pesada – caja con herramientas de todo tipo para la reparación de motores, pero además, no dudó en embarcar una caja de madera y en ella acomodar una moto Guzzi 500, junto a su traje de cuero, casco, botas, guantes y demás implementos.
Apenas unos días en la capital venezolana y de inmediato empezó a trabajar como mecánico de motos, la profesión en la que se inscribió en el registro de las autoridades de inmigración.
Se instaló en las inmediaciones del barrio La Bandera. La inicial barrera del idioma no le impide ganarse la simpatía y confianza de todos los que le conocen y además posee un innato talento para negociar. Pero el llamado de la velocidad era demasiado fuerte y los primeros días de enero de 1954 toma parte en su primera competencia: la Subida de Mare-Pedro García, la ruta que une a Maiquetía con la capital.
No transcurrieron más que un puñado de meses antes de que Ippolito alcanzara su primera victoria, una sensación de satisfacción y euforia que iba de la mano con el crecimiento de su pequeño taller, ahora convertido en un negocio de motos y en centro de reunión de paisanos y entusiastas capitalinos de la velocidad.
Andrea Ippolito representó por primera vez a Venezuela en enero de 1956 en las competencias internacionales realizadas en Perú. A sus destacadas incursiones que incluyeron sus primeros títulos como campeón nacional, se agrega la inauguración de La Casa de la Moto, negocio en el que cuenta – entre otras marcas – con la representación de la firma Ducati, con la que siempre mantuvo una estrecha vinculación.
Ippolito supo competir con motos italianas Gilera, Guzzi o Mv Agusta, así como las inglesas Matchless, AJS o Norton de 500cc. En julio de 1958 sufre un fuerte accidente en el circuito de Los Próceres, Caracas, caída en la que su moto queda chamuscada y él, con lesiones menores, en tanto uno de sus principales contrincantes, José Antonio «El Negro» Vivas – considerado el piloto más arrojado de su tiempo -, fallece como consecuencia de una caída en esa misma jornada.
En 1959 Andrea Ippolito viaja a Chile imponiéndose en Valparaíso y al año siguiente, en Argentina, vuelve a brillar y en la capital Buenos Aires completó su primera presentación en un circuito permanente.
Tras los tumultos después de la caída del gobierno en Venezuela de Marcos Pérez Jiménez, los deportes a motor se ven particularmente afectados y las carreras con motos de alta cilindrada desaparecen en un par de años. En 1961 se disputa la Vuelta Central a Venezuela, una ruta abierta de 450 kilómetros que unía a Valencia con San Carlos, Acarigua, Barquisimeto, San Felipe con llegada nuevamente en la capital del Estado Carabobo, Valencia.
A los 37 años de edad, Andrea Ippolito se adjudica la primera edición. Lo hace al manillar de una Suzuki. Y es que las firmas niponas, con Honda a la vanguardia, empiezan a hacerse un espacio en el mercado local. Las pequeñas máquinas niponas ganan cada vez más terreno, e Ippolito lo advierte, y pese a su amor y pasión con los fabricados italianos, entiende que el futuro comercial está vinculado a los eficientes productos del Lejano Oriente.
Consigue hacerse con la representación de la marca Yamaha.
En 1961 había fundado – siempre en La Bandera – la empresa Venemotos, pero sería el acuerdo con la casa de Iwata en 1964, lo que cambiaría de manera radical el futuro empresarial de la industria motociclística en Venezuela.
Con 40 años recién cumplidos, empieza a establecer una completa red de representantes en todo el país, concesionarios que tendrán como responsables a muchos inmigrantes italianos y jóvenes emprendedores venezolanos que confían plenamente en la capacidad y la palabra inquebrantable del dinámico Andrea Ippolito.
Inicia una campaña comercial muy agresiva en la que las competencias forman parte fundamental de esa propuesta: en 1964 llama a varios de sus antiguos rivales y colegas y crea el equipo de carreras Venemotos-Yamaha, una escudería que en poco más de una década conseguiría deslumbrar al mundo entero.
El motocross hace su llegada al país en el segundo lustro de los sesenta e Ippolito de inmediato se involucra junto con su empresa en esa modalidad que cautiva a una nueva generación de jóvenes. En los primeros años 70, su segundo hijo Claudio debuta en las pistas de tierra y en poco tiempo se transforma en uno de los mejores motocrossistas de Venezuela.
Paralelamente, Andrea continúa derrochando su clase en las carreras en asfalto y agrega a su palmarés varias coronas en las cilindradas intermedias. Particular atención merece la temporada 1968, en la que roza la victoria en una épica jornada del Campeonato Bolivariano en la categoría 250cc disputada en Los Próceres, si bien un accidente a dos vueltas del final le impide consagrarse, colisión en la que también se vio involucrado el caraqueño Gustavo León, a los mandos de una Honda oficial traída especialmente desde Japón, como la Yamaha RD56 de Ippolito, un prototipo que venía de participar en los campeonatos mundiales.
A su apasionada perspectiva como corredor y director de un equipo de competencias en diferentes modalidades, Andrea Ippolito comparte su exitosa visión como emprendedor y empresario, pero también comienza a involucrarse como dirigente deportivo, asumiendo la presidencia de la Federación Motociclista Venezolana a fines de 1972, año en el que coincide con un joven prospecto de 16 años que hace su debut en las carreras de velocidad el mismo día en el que el veterano «Zorro» obtiene su última victoria. ¿Su nombre?: Johnny Cecotto.
Andrea Ippolito funge de mentor del talentoso corredor y en apenas tres años, Johnny Cecotto y la escudería Venemotos-Yamaha se apoderan del título mundial en la clase 350cc, para interrumpir el dominio que durante 8 años mantuvo el italiano Giacomo Agostini, defensor del equipo oficial Yamaha.
La apoteósica irrupción en 1975 en el escenario mundialista estuvo acompañada de otro movimiento deportivo de enorme significado: la creación de la Unión Latinoamericana de Motociclismo que, como no podía ser de otra manera, tuvo como primer presidente a Andrea Ippolito, ente que aglutinó a todas las naciones de la región y que se convirtió en modelo a seguir en los demás continentes, como Europa, y años después replicado en 1998 por la Federación Internacional de Motociclismo.
Los éxitos deportivos de Johnny Cecotto junto al team Venemotos-Yamaha, colocan a Venezuela en el epicentro de las competencias internacionales y de inmediato Andrea Ippolito no escatima recursos para transformar y ampliar el circuito de San Carlos, en Cojedes, para recibir en 1976 las 200 Millas de Venezuela en la categoría 750cc, mientras entre 1977 y 1979 se disputaron tres ediciones del Gran Premio de Venezuela en las clases 500, 350, 250 y 125cc.
Vehemente defensor de la seguridad de los pilotos en las pistas, Ippolito se junta a la cruzada que llevará a la desaparición del calendario mundialista a escenarios absolutamente inapropiados como el de la Isla de Man, en Gran Bretaña. En 1977 Andrea organiza en Caracas el primer Congreso Mundial de la FIM fuera del continente europeo, y en 1979 pasa a integrar la Comisión de Velocidad en Circuitos (CCR) al ser elegido en Montreaux (Suiza), siendo reelegido 3 años después en Opatija (Yugoslavia).
A fines de 1979 el motomundial se ve amenazado por una división que promueven algunos pilotos, pero Andrea Ippolito, si bien era un incansable defensor de los pilotos, se mantiene del lado institucional junto a la FIM. Al concluir 1980 Johnny Cecotto deja el motociclismo para pasar al automovilismo, pero Ippolito ya tiene preparado su relevo en el team Venemotos-Yamaha: el también caraqueño Carlos Alberto Lavado Jones. Pese a las numerosas caídas que protagoniza, Ippolito tiene la sapiencia para guiar al impetuoso Carlos, y en 1983 todo está servido para ir a la conquista del título mundial en 250cc, la clase intermedia más fuerte tras la abolición de la clase 350cc.
Andrea Ippolito, con 59 años recién cumplidos, tiene todavía muchos proyectos en mente, como volver a organizar un GP de velocidad en Venezuela, se muestra muy interesado en un proyecto que busca construir un nuevo circuito de carreras a las afueras de Caracas, no oculta su deseo de continuar su ascenso dentro de la Federación Internacional de Motociclismo, pero a mediados de enero de 1983, es sorprendido por una severa una crisis cardiaca: el inagotable hombre que había superado toda clase de obstáculos y peligros para convertirse en un destacado corredor de motos y luego en un gran empresario y dirigente deportivo, sucumbió el domingo 13 de febrero.
Pese a la inesperada desaparición física de Andrea Ippolito antes del comienzo del Campeonato, el equipo Venemotos-Yamaha se adjudica el título mundial en la clase del cuarto de litro gracias al impecable desempeño Carlos Lavado, con el apoyo del nuevo integrante del team, Iván Palazzese.
Fueron los hijos de Andrea, Vito y Claudio, los que toman el testigo que les dejó su progenitor, una tarea enorme que, pese a la juventud de ambos, supieron llevar con la misma mística y pasión, legado que sigue vigente más de seis décadas después del arribo de Andrea Ippolito a Venezuela.